Reseña a El hombre que miraba al cielo de Hernán Rivera Letelier

Por Marlene Cantillana

Dos jóvenes, la Saltimbanqui y el Pintor, emprenden un viaje dispuestos a descubrir los secretos y afecciones de un hombre que solo se dedica a mirar los cielos en cada esquina. Pero es más que eso. En El hombre que miraba al cielo (2018) nos encontramos con una avalancha de emociones que hace de este libro una obra emotiva, que sale de las entrañas para hacernos llorar, reír y enojarnos ante las vivencias de los personajes. Los paisajes también forman parte fundamental de la novela, y no me extraña, pues su autor, Hernán Rivera Letelier, es desde hace años un escritor que a través de las palabras nos transporta a las panorámicas más puras y personales del norte de Chile. En términos narrativos, esta novela presenta tres personajes que, despojados de vínculos estáticos, emprenden un viaje para que el más viejo de ellos logre cumplir su objetivo de ver el cielo más sublime del país: el de Antofagasta. A pesar de lo anterior, esta novela no encanta precisamente por su trama, sino que su riqueza radica en aquello a lo que comúnmente pasamos por alto. En otras palabras, la novela nos hace ver lo invisible del día a día generando una toma de conciencia ante la alienación en la que estamos sumergidos.

“es interesante pensar este libro como una continuidad de lo que fue el cuento [“El sermón de la ciudad”, 1999]. En ambas historias el cielo cobra un papel importante, casi de protagonista. La fascinación de estos dos hombres que miran al cielo es personal, nadie llega a comprenderlos”

Ya en 1999, Rivera Letelier publicaba su colección de cuentos Donde mueren los valientes en cuyo interior encontramos “El sermón de la ciudad”, relato que al igual que El hombre que miraba al cielo, presenta a un varón de avanzada edad que tiene especial interés por observar el cielo. Frente a lo anterior, es interesante pensar este libro como una continuidad de lo que fue el cuento. En ambas historias el cielo cobra un papel importante, casi de protagonista. La fascinación de estos dos hombres que miran al cielo es personal, nadie llega a comprenderlos, algunos se burlan, pasan de largo, los más curiosos miran hacia arriba buscando qué es aquello que los hombres (cada uno en su respectivo libro) están admirando. El cielo es el que guía el viaje, es la presencia silenciosa pero permanente que le recuerda al Mirador el designio que debe cumplir; no es un agregado ni tampoco es un actor irrelevante en la novela. El cielo es una presencia dinámica, que a medida que llegamos al final, se va haciendo más puro, más diáfano, se va desarrollando y aclarando a la par de la oscuridad que ronda al personaje del Mirador.

A simple vista, los personajes no tienen una profundidad resaltable, son personas que tienen historias de vida trágicas, marcadas por las injusticias y la discriminación, pero que de alguna forma han conseguido adaptarse y sobrevivir a sus realidades. La figura del protagonista de vez en cuando es difusa, no hay una historia más importante que otra, pues si bien son diferentes, todas ellas logran hacernos sentir rabia y tristeza, pero también alegría por el apoyo y confidencialidad que se entrega la Saltimbanqui, el Pintor y el Mirador. Así, esta es una novela de efectos sensitivos, que nos eleva en un mar de emociones a través de las historias de los personajes, cuya profundidad se va complejizando con el desarrollo de la trama y que, hacia el final de la novela, nos deja boquiabiertos.

“No es que sea una trama simplona o que se pueda tomar a la ligera pero, como es costumbre de Rivera Letelier, el lenguaje utilizado permite seguir un hilo continuo de la trama, no entorpece la lectura, es más, cada final de capítulo te invita a seguir inmediatamente con el otro”

Otro factor de interés en este libro, es que propone una lectura fluida, liviana aunque no simple, que permite que el pasar de página no se sienta y que la sed por saber más de la aventura de estos personajes sea saciada con rapidez. No es que sea una trama simplona o que se pueda tomar a la ligera pero, como es costumbre de Rivera Letelier, el lenguaje utilizado permite seguir un hilo continuo de la trama, no entorpece la lectura, es más, cada final de capítulo te invita a seguir inmediatamente con el otro. El lenguaje que utiliza el autor no solo logra que nos perdamos dentro de la trama, sino que también nos permite experimentar las sensaciones de los personajes e incluso el clima, con una descripción bastante peculiar. Además, la localización de la historia es un factor relevante dentro de su apreciación.

El hombre que miraba al cielo es un libro que encanta no solo por su historia, sino también por la riqueza de aquello que se podría considerar más simple, y no podría ser distinto pues, al igual que el Mirador, la novela invita a admirar todo lo que automatizamos, como el cielo, la vista y el lenguaje; también sentir y vivir las injusticias que viven los personajes. Leerlo es un viaje de ida a los cielos nortinos y hacia el interior, vengativo y lleno de amor, del Mirador. No es un libro que tolere la imparcialidad en los lectores, y es por eso que es una obra digna de leer.

Bibliografía:

Rivera Letelier, Hernán. El hombre que miraba al cielo. Santiago: Alfaguara 2018.