En perspectiva

Por Ana María Espinoza

Avanzar hacia una mayor equidad social y de género es uno de los horizontes a alcanzar en la mayoría de las naciones del mundo. En los últimos años en Chile hemos escuchado con mayor fuerza múltiples demandas por la erradicación del sexismo en los espacios educativos por parte de las voces de movimientos feministas y de distintos actores sociales. ¿cómo no? Si es sin duda un desafío pendiente. Impresionan las enormes brechas en los resultados de aprendizaje entre mujeres y hombres; la segregación por sexo de profesiones y áreas de estudios; las denuncias por acosos y discriminación por motivos de diversidades sexo-genéricas en el contexto educativo. Reproducción de la desigualdad y opresión de grupos históricamente desventajados.

“[En los recientes resultados de la Prueba de Transición Universitaria (PTU)] Los estudiantes hombres no solo obtuvieron en promedio mejores resultados en las áreas típicamente masculinizadas como matemáticas y ciencias, sino que también en lenguaje, área en la cual las mujeres históricamente han obtenido promedios más altos en todas las pruebas estandarizadas de medición de aprendizajes”

Hace unas semanas se dieron a conocer los resultados de la Prueba de Transición Universitaria (PTU), que regula el ingreso de estudiantes a la Educación Superior en Chile. Los datos no solo reflejan, una vez más, las enormes brechas a favor de estudiantes de niveles socioeconómicos altos, sino que también una ampliación de las brechas de sexo. Los estudiantes hombres no solo obtuvieron en promedio mejores resultados en las áreas típicamente masculinizadas como matemáticas y ciencias, sino que también en lenguaje, área en la cual las mujeres históricamente han obtenido promedios más altos en todas las pruebas estandarizadas de medición de aprendizajes. Entonces, ¿qué está pasando con la tan anhelada equidad de género?

“visibilizar temas antes naturalizados, explicitar la intención de erradicar el sexismo de diversas esferas de la sociedad, y avanzar en la implementación de medidas concretas es un gran primer paso. Sin embargo, debemos estar conscientes que el sexismo en la educación es una manifestación de múltiples factores que se entrelazan de maneras complejas”

En el actual escenario político en el que nos encontramos parece existir una esperanza de avanzar hacia transformaciones sociales que favorezcan la equidad de género. Por primera vez, fuimos testigos de la designación de un gabinete ministerial compuesto en su mayoría por mujeres, así como por representantes abiertamente pertenecientes a la diversidad sexual. El presidente electo Gabriel Boric ha declarado además su intención de transversalizar el enfoque de género en su programa de gobierno, e incorporó al Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género en el comité político de La Moneda, por lo que tendrá un rol central en la implementación del programa. Sumado a esto, en el contexto de la discusión de la Convención Constitucional, existen distintas iniciativas populares de norma que abogan por la erradicación del sexismo. En el ámbito educativo, destaca la Iniciativa promovida por organizaciones feministas: Una Educación Feminista para Chile: Laica, Pública y No Sexista, que ya alcanzó el número de firmas necesarias para ser discutida en la Convención. Entonces, ¿son estos cambios e iniciativas suficientes para avanzar hacia una educación no sexista en Chile? Lamentablemente no. Y es que sin duda visibilizar temas antes naturalizados, explicitar la intención de erradicar el sexismo de diversas esferas de la sociedad, y avanzar en la implementación de medidas concretas es un gran primer paso. Sin embargo, debemos estar conscientes que el sexismo en la educación es una manifestación de múltiples factores que se entrelazan de maneras complejas. Por supuesto que los factores estructurales y macrosociales juegan un rol relevante, pero son los factores psicosociales y micropolíticos aquellos que resultan más difíciles de modificar. Estos operan de maneras poderosas y muchas veces imperceptibles, influyendo significativamente en la manera en que nos relacionamos y actuamos frente al mundo. Por tanto, si bien el próximo gobierno ha dado señales claras de la configuración de condiciones estructurales que podrían propiciar avances hacia una educación no sexista, dicha transformación solo podrá germinar si se abordan factores claves en la reproducción del sexismo, como los estereotipos y roles de género. Las creencias sexistas arraigadas son la base de las manifestaciones en las prácticas, guían cómo nos relacionamos, qué esperamos de nosotras/os mismas/os y de las/os demás, y por supuesto, cómo y qué se enseña a mujeres y hombres.

“El contexto educativo es un espacio crucial para las transformaciones sociales. En estos espacios no solo se reproducen las manifestaciones del sexismo, sino que también se pueden desafiar y modificar

¿Cómo podremos enfrentar esos desafíos? Las ciencias sociales en general y la psicología educacional en particular, nos indican, a través de robustas evidencias, que el sexismo se aprende a través de los procesos de socialización de género. Pero así como se aprende, también se puede desaprender. Fomentar la reflexión en torno a las creencias que naturalizan las diferencias entre mujeres y hombres –en espacios educativos formales e informales– es una tarea central para que se posibiliten nuevos aprendizajes y prácticas. El contexto educativo es un espacio crucial para las transformaciones sociales. En estos espacios no solo se reproducen las manifestaciones del sexismo, sino que también se pueden desafiar y modificar. Por tanto, la formación inicial docente con perspectiva de género en todos los niveles educacionales, es una tarea urgente y fundamental para la erradicación del sexismo. Como docente formadora de futuras y futuras docentes tengo la convicción de que incorporando el enfoque de género en los planes de estudio, en los contenidos y abordaje de cursos y –especialmente– propiciando una reflexión profunda y permanente sobre las creencias estereotipadas en torno al género, será posible contar con profesionales de la educación que en su futuro quehacer docente, contribuyan a la erradicación del sexismo en la educación. En este sentido, la Universidad estatal de O’Higgins, en su rol público, está realizando importantes avances en esta dirección. Destacan los significativos aportes de la Dirección de Equidad de Género y Diversidades (DEGD) de esta casa de estudios. Esta entidad ha dispuesto una serie de protocolos para propiciar el respeto por la diversidad y la eliminación del sexismo en la comunidad universitaria. Además, el apoyo que ha brindado al desarrollo de investigaciones en temáticas de género, así como su apertura hacia nuevas iniciativas, resultan una importante contribución. Esperamos también que las indicaciones de la recientemente promulgada Ley 21.369, que regula el acoso sexual, la violencia y la discriminación de género en la educación superior, así como su traducción en la cultura y prácticas cotidianas universitarias, posibiliten mayores avances en esta dirección.

En estos tiempos de transformación social, debemos visualizar y reconocer las posibilidades que se van generando para la mejora educativa, pero también los desafíos que implica desaprender el sexismo. La articulación de aspectos macro y microsociales es crucial para un desarrollo promisorio del –aun pendiente­–, horizonte de la equidad de género en educación.

 

Créditos:

* Fotografía de Marcelo Hernandez/ Aton Chile