Por Patricia Baeza Duffy

Aunque han pasado muchos años desde la lectura inicial del libro Sobre héroes y tumbas, quedó en mi memoria, como una huella indeleble, aquella frase de Ernesto Sábato que ha sido parte del devenir de mi historia: “No hay casualidades […] Razón por la cual parece como que uno termina por encontrarse al final con las personas que debe encontrar, quedando así la casualidad reducida a límites muy modestos”.

Una prueba del pensamiento del mencionado escritor fue la vivencia de hace pocos días atrás. La presentación de un libro volvió a reunirnos con el poeta de temporalidades y amaneceres, de insomnios y de olvidos en la memoria: Juan Antonio Massone. En una larga y nutrida conversación, entre los recuerdos de cultores del arte, surgió el nombre de Cecilia Astorga. Ninguno de los dos imaginó entonces que una semana después el mundo cambiaría para ella y para quienes tuvimos el placer de compartir su historia, su música y su poesía.

Uno de mis grandes goces es generado por la posibilidad de conocer en persona a quien he leído y/o escuchado por largo tiempo. Así fue mi encuentro presencial con esta mujer de quien el famoso trovador Francisco Villa dijo: “Ha partido una de las más hermosas flores de nuestro jardín. . . La tierra no puede más que llorar, yo lloro con ella. Crecimos juntos en nuestro oficio, compartimos escenarios y los vaivenes de la vida…La vi crecer hasta convertirse en el referente que todos conocimos”.

Leyendo y conversando largamente sobre el Canto a lo Humano, el Canto a lo Divino, guitarrones, payadores, brindis, cuartetas y décimas, patrimonio cultural inmaterial: así nos preparamos con mis estudiantes universitarios para recibir a nuestra visita cuyo nombre ya es sinónimo de música: Cecilia.

Cercana y sonriente su primera reacción al entrar a nuestra sala de clases de la Universidad de O’Higgins, en Rancagua, su tierra natal, fue: “¡Qué maravilla poder compartir con ustedes con este bello paisaje de la cordillera de fondo!”  Su sensibilidad a flor de piel le hizo admirar una vez más la hermosura de una tierra que a veces queda invisible ante muchos ojos cegados por la rutina diaria que impide ver la belleza que está siempre disponible para quienes tienen los ojos del alma bien abiertos.

A partir de ese momento todo fue música y poesía. Los presentes en esa sala éramos novatos en muchos secretos del Canto a lo Poeta. Sin embargo, una suerte de magia se fue apoderando de los silenciosos jóvenes universitarios que poco a poco se atrevieron a ir sacando la voz para crear sencillas rimas. El entusiasmo fue creciendo y así, llevados de la mano de Cecilia, fuimos creando colectivamente versos pareados, octosílabos, cuartetas hasta llegar a la décima, a la que la payadora definió en los siguientes términos: La décima es una forma maestra…para mí es como el mismo ser humano reflejado en sus palabras…es perfecta y perfectible. Conocerla ayuda a entender muchas cosas y a ir logrando un equilibrio interior…es ¡¡muy poderosa!! Tan divina y tan humana como la vida misma. La forma se descubre, se aprende, se mejora. El contenido es personal y ahí nadie puede meterse…Cuando forma y contenido se unen amorosamente, nace la poesía”.

De aquella visita de Cecilia nos quedaron registros de sus múltiples creaciones espontáneas a partir de temas propuestos por los mismos estudiantes. Como dice el famoso documentalista Álvaro Hoppe: “La foto es memoria”. No hay duda de que la presencia de Cecilia entre nosotros fue la de una gran artista en un escenario que ninguno de los presentes en ese momento podremos olvidar.

Así como en los conciertos valiosos el público ovaciona aplaudiendo y pidiendo: “Otra, otra”, también quedó entre nosotros el deseo de un “bis”. Esa razón poderosa nos llevó con convicción a invitarla nuevamente para compartir el escenario de una clase el próximo 13 de noviembre, pero como dice el refrán: “El hombre propone y la vida dispone”. Cecilia querida, teníamos un video preparado para mostrarte ese día los frutos que surgieron de tu siembra de aquel 15 de noviembre de 2023.

Como dijo el escritor rojense: “No hay casualidades”. Tu despedida fue en la casa de otra decimista chilena: Violeta Parra. Tu rostro dormido, mientras miles de personas, pasaban siendo tus escoltas, miraba de reojo a Violeta. ¡¡Qué gran dúo!! Sin duda, tendrán mucho que conversar y cantar sobre las vicisitudes de la vida, contra las que ambas lucharon con firmeza y espíritu férreo, sin perder nunca la sensibilidad de artistas que supieron sembrar entre tantos. Así quedó demostrado en tu despedida, llena de música, danza, recitado y el rasgueo de la guitarra de un señor de muchos años que lloraba en un rincón alejado del público y del escenario, una forma distinta pero muy válida de vivir tu partida.

La vida nos hizo un precioso regalo: tenerte en nuestra sala de clases, compartiendo tu historia, tu música y tu poesía. Como mujer valiente, luchadora, fuerte, sensible, que supo abrirse paso en un mundo de payadores hombres, estarás siempre entre nosotros con tu ilimitada creatividad. La magia de tu poesía se ha dispersado entre tantos para quedarse eternamente: “Aprendí entre analfabetos el poder de la palabra […] Cuando canta una mujer es la tierra la que canta […] aquella voz trovadora que lleva gritos al cielo […] Y canto al amanecer si este día me acompaña”.

Tus creaciones infinitas te han llevado a recibir merecidos reconocimientos como el reciente Premio a la Trayectoria Nacional en Cultura Tradicional Margot Loyola Palacios 2024. Fue ese un galardón muy merecido y recibido públicamente. Sin embargo, el mayor homenaje es el de tantas personas de los más variados mundos que, como ese señor silencioso en un rincón, han quedado marcados por tu persona, tu prodigiosa memoria y capacidad de improvisación lírica.

Cecilia querida, ojalá que los pájaros de tu garganta siempre sigan deleitando nuestros oídos. ¡¡Continúa sembrando!! desde tu nube. Estaremos felices de seguir escuchando tus versos y tu música.

Hoy, 09 de octubre es el día del Cumpleaños, Cecilia.